Callejero ambulante, vendedor ambulante

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Collares, pinches, lentes, pinturas, cremas, hasta extensiones de pelo se pueden encontrar en el piso de Patronato, los vendedores ambulantes son los responsables de esto. Están ahí todos los días ofreciendo sus mercancías y rebajando los precios para conseguir mayor clientela.

Pero su trabajo no es fácil, sólo se mantiene bien cuando los carabineros no los pillán: una descarga de adrenalina constante.


Son pasadas las once y media de la mañana y las veredas de Patronato se comienzan a llenar de gente, pero no son los clientes, son los vendedores ambulantes que llegaron a instalarse. Algunos traen por separado la mercancía de la sábana donde la ponen, pero otros han creado una especie de bolso que se forma al tirar unas amarras que lo rodean y ahí adentro traen los productos.

Estiran esa especie de paño y comienzan a ordenar los artículos. Al terminar se empiezan a escuchar distintos: “mijita llévese estas extensiones va a quedar mejor que la Pamela Díaz y por dos lucas quinientos no ma” o “Joven, caballero llévese estos lentes de sol, sólo a luquita pa’ usted compadre, de todos los modelitos”. A veces el grito que da el vendedor es más llamativo que la misma mercancía que vende, “ hay que ser simpático po’, porque a nadie le dan ganas de comprarle a un weon serio y pesao”, comenta Luis un vendedor ambulante.


La gente se acerca y compra, pero no es así siempre, hay veces que los ambulantes pueden pasar una hora sin vender ningún producto y esto pasa porque, “la gente mira, se prueba todo y de ahí dice no gracias se va y uno que le va a andar diciendo, después puede volver y comprarte. Yo nunca me echo a un cliente encima, porque puede que otro día me compre y me compre harto po”, así comenta José otro vendedor ambulante.


Derrepente comienza una ola de murmullos se traspasa de persona en persona pero no se escucha con claridad, hasta que en un momento alguien grita: “¡los pacos!”, pasan menos de cinco segundos y las veredas quedan vacías.

Los carabineros se bajan de su camioneta, recorren el lugar se quedan unos diez minutos dando vueltas, se van y es ahí cuando regresan los vendedores ambulantes. Estiran su sábana, ordenan sus productos, los promocionan y alguien grita y después arrancan, luego vuelven.


Carola, vendedora ambulante reclama: “siempre tenemos que andar corriendo porque los pacos nos pillán y nos quitan todo y ¿qué hace una si llega sin plata pa’ darle un pan a su hijo?”

Ella lleva diez año vendiendo en la calle y empezó, porque su marido quedó cesante y no podía dejar sin comer a sus cinco hijos. “la gente cree que una anda haciendo maldades, pero yo lo único que hago es vender mis artículos que me los consigo más baratos al por mayor”


Por otro lado los vendedores que tienen sus locales están divididos: hay a quienes no les gusta, porque los ambulantes venden los mismos productos que su negocio y dos veces más baratos ( estos son los que a veces llaman a los carabineros) y hay otros que no les interesa ni les molesta, porque no les interviene en nada.


Este conflicto va a seguir así, mientras existan necesidades como las de Carola y mientras estas intervengan en el mismo rubro que un negocio con patente, esta pugna no va para nunca, porque nadie quiere perder.

*Los nombres de los vendedores ambulantes están sujetos a cambios, para evitar problemas con la justicia

1 comentarios:

cristina dijo...

me gustaria saber si aqui en colombia esiste esa tienda y me gustaria que sacaran un catalogo en su pagina.

claro que aqui en medellin- colombia tambien hay, pero la verdad no me gusta la ropa.

atentamente:
cristina